Estos días estoy releyendo artículos escritos en diferentes publicaciones digitales y que me ayudan a reafirmarme en mis creencias y principios, así como en la vigencia del proyecto que ahora lidero.
Lo publiqué en la revista VA DE VI en enero del 2022, espero os genere inquietudes.
Sé que estos días todo el mundo tiene muchas preocupaciones en la cabeza, los tiempos siguen siendo convulsos, inciertos y muy inestables.
La receta que todo el mundo nos da, especialmente las instituciones públicas, es sobre todo y ante todo apostar por la innovación.
Está claro que la Innovación es la mayor garantía para seguir siendo competitivo y poder mantener la sostenibilidad económica, social y medioambiental en el tiempo. Nunca me ha dejado de sorprender que sean ellos quienes lo soliciten y lo incentiven cuando son quizás los menos innovadores de todos los actores del sistema. Siempre se escudan en que ellos siempre van por detrás de las empresas, que ellos deben legislar después, no antes, que la burocracia es muy pesada, que no tienen recursos y que todo parece que la culpa es de aquellos que son tan rápidos, innovando.
He tenido la suerte de poder vivir de cerca proyectos muy innovadores, pioneros en muchos ámbitos, de saber que estás abriendo camino, sentando precedentes en situaciones que todavía nadie ha legislado. Trabajaba en una bodega que hace tiempo decidió abrir camino, no esperar a que alguien indicara por dónde ir. Una bodega que ha sabido escuchar al cliente y que ha sabido adelantarse a las necesidades del mercado.
Por aquello entonces hablé con una persona de la D.O. y me comentaba con pena que le sabía muy mal que cada vez tuviéramos menos vinos dentro de la denominación de origen.
Entendía su punto de vista, pero no podía compartirlo.
Las denominaciones de origen, bajo mi punto de vista, se han convertido en órganos reguladores, los garantes de unas normas que garantizan al consumidor unos parámetros de calidad, unos parámetros que evolucionan, al parecer, a un ritmo inadecuado por los tiempos que vivimos en la actualidad.
El mundo ha cambiado,
El consumidor ha cambiado.
El clima ha cambiado.
La sociedad ha cambiado.
¿Hay algo más seguro que el cambio? Según Heráclito. ¡Nada!
Las necesidades del mercado evolucionan a una velocidad que estos estamentos no pueden asumir. Demasiadas normas, demasiados estamentos, demasiada lentitud. Todo esto es Incompatible con un mercado donde ya no es el más fuerte el que se come al débil, sino el más rápido el que se come al lento.
En la última conferencia que hice en Valladolid recordaba la fuerza de los bancos de peces, estar juntos les permite sobrevivir a los ataques de sus depredadores, mirarnos en la naturaleza no sería una mala receta, tampoco en el turismo ni en la industria del vino, pero quizá ahora ¿toca que esta «regulación» la lideren los propios empresarios, Corpinat ¿podría ser un ejemplo a seguir.?
Desgraciadamente, el consumidor ya no reconoce el sello de algunas denominaciones de origen, que algunos bodegueros de Rioja quisieran marcharse de la D.O. o sin ir tan lejos la escisión que ya se ha producido en el mundo del Cava son indicadores suficientemente elocuentes de que la uniformidad a la que se ha llegado perjudica los intereses de algunos elaboradores. Se niegan a ser paraguas de marcas o proyectos que nunca serán excelsos como los que ya lo son.
Nunca olvidaré la conversación que tuve hace muchos años con el Sr. Arboix, el propietario de la mítica Casa Sendra, la que presumía con razón de ser la auténtica Llangonisa de Vic, porque era la única que conservaba las formas ancestrales de elaborar este producto que nuestro país vecino calificó como el mejor producto gourmet de ‘España, superando a los idolatrados jamones Ibéricos.
Cerró la empresa sin haber conseguido ganar una batalla legal contra el ordenamiento de la IGP que regulaba este producto, su argumento era bien claro, no podía llevar el nombre de Longaniza de Vic ningún otro Salchichón que no se hubiera elaborado en esta ciudad, y que el método de elaboración tenía que responder a los parámetros que habían hecho de este producto lo que todos conocemos.
Personalmente, a mí siempre me entristeció que como Don Quijote tuviera que luchar solo contra la administración por algo que era, bajo mi punto de vista, de sentido común. Por suerte, Casa Sendra no tuvo que necesitar ningún sello administrativo para poder tener el reconocimiento de los consumidores y de los críticos gastronómicos. Fue un ejemplo de tenacidad y coherencia, no les negaré que no gozaba de la simpatía de su competencia, pero sí de algunos románticos que entendíamos su lucha como algo justo y necesario.
En los momentos actuales hay que plantearse si es necesaria tanta regulación y más cuando la innovación todos convenimos, que es una necesidad de supervivencia en un mundo tan cambiante. Por lo tanto, quizás ha llegado el momento en que muchas de estas instituciones se replanteen su papel, no sé si es lícito que prediquen algo que ellos no practican ni que certifiquen algo que el consumidor parece ya no necesita, el mercado en estos momentos no acepta nada que no tenga calidad y cada vez busca con más insistencia lo auténtico y coherente. Nada que no esté en estos parámetros tiene futuro en las condiciones de mercado actual, cabe plantearse si las denominaciones pueden seguir manteniendo reglas y normas que atenazan la creatividad y ralentizan la innovación, sí, por el contrario, pasáramos a tener un formato de denominaciones de origen más estricto y similar a las francesas, modelo para muchos de lo que es la fidelidad al “terroir” y a la fidelización del consumidor.
Es razonable pensar que quien persigue la excelencia puede encontrarse cómodo en entornos regulados con normas anquilosadas, que no buscan nada más que homogeneizar, es como si se pretendiera pasteurizar la emprendeduría, parece algo utópico. Tan difícil como poner murallas a la creatividad.
Deberíamos huir de la mediocridad, es conformista, como dijo Henry Ford
» La mediocridad es el peor enemigo de la prosperidad ”.
El debate será saber si es más moderno ser clásico o si será más clásico ser moderno. ¿Esta será la cuestión? Quién lo sabe, como diría el premiado poeta, “the answer is in the wind”.
Por si acaso, apostaría por trabajar la marca desde un punto de vista totalmente poliédrico, el turismo es una herramienta que nos lo permite y de una forma muy cercana al consumidor.