El pasado día 20 de marzo me invitaron a asistir al Primer Encuentro de Enoturismo Responsable en Punta del Este, Uruguay. Decliné asistir cuando me confirmaron mi viaje solo veinte días antes de mi intervención. Mi agenda se había complicado y era incongruente mi desplazamiento si solo iba a estar 3 días en el país y mi estancia no iba a sobrepasar los 10 minutos. Decliné la invitación para realizarla virtualmente. Era más responsable y mucho más sostenible, aunque confieso que mis remordimientos por no poder establecer relaciones con los actores enoturísticos al otro lado del Atlántico, en un momento en que estamos lanzando nuestro proyecto, aún remueven mi conciencia, pero creo que lo cortés no quita lo valiente. Tomé la decisión correcta.
En mi intervención hablé de la importancia de tener una actitud adecuada si realmente se desea apostar por el turismo. No se debe competir por precio. Cada día es más difícil diferenciarse, pero tenemos que apostar siempre por ser únicos. Es lo más difícil, pero sin duda lo más rentable y lo más sostenible, básicamente porque supone apostar por una cadena de valor que te apuntale y te dé las diferencias que te harán distinguir en el mercado.
Para apoyar mis tesis presenté un caso que por la proximidad que tuve me pareció el más ilustrativo. Querer es poder y para avanzar, una buena estrategia siempre se sustenta en el mejor relato. No es fácil, pero no es imposible. Mostré otros casos más modestos, los cuales nos enseñaron que un restaurante puede sostenerse social, medioambiental y económicamente, incluso estando cerrado.
Di las pautas, el conocimiento. Ahora, quien quiera, que apueste por los mejores para implantarlo y llevarlo en su realidad cotidiana. Nos gustaría estar en esa cadena de valor.
No hay duda de que cada día la tecnología nos iguala, igual que nos igualó la calidad. Que muchos recursos turísticos continúan prestando sus servicios como antaño, tratando al turista como si aún estuviéramos en la época fordista. La diversidad nos enriquece, la homogeneidad nos vulgariza.
Diferenciarse es una necesidad perentoria, pero es cada día más difícil. La neurociencia nos dice que el cerebro está programado de serie para la conformidad. Evolutivamente, es la mejor estrategia para la supervivencia, reduce los riesgos de exclusión o de ataque.
La sociedad tampoco está preparada para “la diferencia”. La sociedad fomenta la conformidad porque valora el orden social y la estabilidad por encima de la diversidad y el cambio. El problema es que si seguimos los estándares sociales, resulta que no tenemos un negocio competitivo. Estos son los motivos por los que el Blanding (soso o insípido en términos de marketing) es una tendencia orgánica en el mercado, básicamente porque se tiende a la homogeneidad, todo el mundo copia a todo el mundo con el riesgo que esto supone de caer en la mediocridad.
Como ya apunté, en momentos de cambio tan rápidos y a veces abruptos, quedarse quieto es la forma más cierta de quedarse atrás. La innovación no es una palabra mágica, es una necesidad cada día más constante y vital si perseguimos la sostenibilidad de nuestros proyectos empresariales.
Tener un punto de vista opuesto, ir contra corriente, quedó demostrado que tiene sus vicisitudes, pero tremendas ventajas competitivas. Perseguir la diversidad nos enriquece a todos, como ya se apuntó hace 10 años en el primer encuentro de enoturismo catalán (1) patrocinado por Ocio Vital.
Si queréis ver los ensayos de mi ponencia, aquí tenéis los enlaces:
(1) [Noticia Comunicatur]
– [Video](2º)