Calçots, Porrones y Castillos en el aire

Haciendo piña para conseguir grandes logros

El músico Robert Gerhard mandó una carta a su amigo Santiago Ramón y Cajal en la que le invitaba a su tierra (Valls – Tarragona) para disfrutar de la atmósfera que la caracterizaba, bajo los almendros en flor.

Pongo estas palabras a tejer una trama animosa en el momento en el que el espectáculo de ternura hibernal está despertando. Ya he visto algunos árboles estallar – cuál luciérnaga solitaria- en medio de ese gris de fondo que impone la ausencia de vegetales tiernos, en una tierra de viñedos en tiempos de poda.

Hará un siglo, aproximadamente, de las primeras CALÇOTADAS, que desde siempre, fueron un foco de encuentros de amistad familiar, a las que artistas e intelectuales se sumaron y contribuyeron a proyectar una fiesta gastronómica con origen en Valls, epicentro interior del Campo de Tarragona.

Jaume Mercadé, que desde su bosque campestre dio identidad pictórica a ese paisaje de viñedos, almendros, olivos y algarrobos, es uno de los primeros testigos del código calçotada: en unas notas privadas de 1928 da cuenta de la receta de la salsa que identifica la fiesta, así como de la ritualidad que la llevó en volandas hasta nuestros días. Es un referente local de hospitalidad con capacidad para la convocatoria de grupos generosos, en cantidad y heterogeneidad.

Se dice que fue un campesino que pasaba largas temporadas en una soledad alejada de las urbes, quien experimentó con cebollas sin valor mercantil, asándolas ligeramente en una parrilla y en fuego vivo de sarmientos de vid, descubriendo una ternura dulce antes desconocida.

Sobre la salsa hay acaloradas discusiones familiares, y cada cual guarda su sello (mejor hablar de sello que de secreto, porque la base es tan evidente que lo que importa es la calidad): aceite de oliva virgen extra, almendras, ajos y tomates asados y la parte de pimentón que nos lleva a la discusión… esa mezcla es contundente, grasa y dulce, y en las cantidades que se ingiere en el fervor de la fiesta, resulta en una digestión larga, o tremendamente larga. Es una salsa colorada, típica de ese levante mediterráneo, que se asocia con Tarragona (capital del Romesco).

La salsa de los calçots (y la del Romesco) son ese paisaje de Gerhard, de Mercadé y de tantos otros embajadores del terruño, que quisieron regalar a sus amigos. Todos lo hicimos. Todos los jóvenes de Valls y del Campo de Tarragona llegan un día de febrero con la pandilla para celebrar su amistad alrededor de una parrilla para cocinar los calçots.

Esta fiesta es gastronómica y tiene un formato exterior que la convierte en un acto de libertad convivencial al aire libre. 

El campo de Valls es abierto, desde el monte hasta el mar de Tarragona, bastante llano y repleto de masías y cabañas de viña que siempre ejercieron funciones de cobijo y de refugio. Todo el mundo tiene allí algún trozo de tierra donde dejarse caer y organizar esas reuniones. Los domingos de invierno, el Campo de Valls es un espectáculo de sendas hogueras campestres para cocinar los calçots.

La calçotada tiene un marco: el paisaje de secano mediterráneo del Campo de Valls, con ese mosaico de viña, almendros y demás, que acabamos comiéndonos en una casita de soporte para los enseres y para refugio cuando el sol ya se esconde, y un ejército de lugareños entrenados generación tras generación, para garantizar que el ritual de la amistad funciona cuál reloj de la sonrisa y la voracidad.

Ir a Valls (y su campo) a “hacer” la calçotada es una obligación; porque hacerlo en otro sitio es, a sabiendas, un sucedáneo. El sucedáneo es legítimo (a veces hay que adaptarse a las circunstancias y rebajar los objetivos) pero cuando una persona ha pasado por el rito vallense, que orgullosamente ofrece ese escenario, guarda en su memoria cada detalle de un paisaje que es geográfico, gastronómico y humano.

Cuando se acuñó el vocablo “turismo rural” se invocó la posibilidad de acercarnos y mezclarnos con lo lugareño sin apenas mediación. El Campo de Valls es una de las zonas de Cataluña con mayor oferta de ese tipo de establecimientos. Y la calçotada es una excusa de tipicidad que casa a la perfección con ese turismo de interior, que se ejerce entre viñas y secanos autóctonos. ¿Con la silueta de Santes Creus en el fondo?

Anotar un lema que acuñó Bigas-Luna. El director de Las edades de Lulú, La teta y la Luna, Jamón Jamón o Yo soy la Juani era de Valls, y decía que eran 3 las cosas de su tierra que le hacían mirar al cielo: el porrón, las torres humanas de los ancestrales Xiquets de Valls y los calçots. La sensualidad extrema que su filmografía intentó cazar en la cultura popular la tuvo siempre en casa, desde la cuna, cuando con su familia participara en ese gesto maravilloso y al viento de desenfundar la cebolla (calçot) de su caparazón chamuscado, para llevárselo hacia sí mojado en ese paisaje hecho salsa.

Oriol Pérez de TudelaVilabella – Tarragona

31 de enero de 2024

Con unos paisajes, unas tradiciones y unos recursos turísticos como los que estas tierras poseen, nos preguntamos cómo es posible que sea la comarca con el índice más bajo de pernoctaciones.

Muchos son los que creen que el Camp de Tarragona se ha rendido al atractivo del dinero fácil que proporciona dedicarse al viajero excursionista y eso lo demuestra la falta de alojamientos, la escasa oferta complementaria y el poco interés que demuestra algunos por ser atractivos a otros polos turísticos que no sea la Costa Dorada, cuando en realidad está a solo una hora de Barcelona o dos horas y media de Madrid.

Es una tierra de oportunidades, hay que trabajarlas, pero para empezar quizás lo primero sería mentalizar a los actores de sus múltiples capacidades, sin una mentalidad adecuada nadie acaba una maratón.

Nacimos para ayudar a que estas travesías y estos sufrimientos sean mitigados por el apoyo profesional y continuado de los que han pasado por las mismas Experiencias, la transformación no tendría por qué ser traumática para nadie, especialmente porque ninguno de los miembros de este colectivo apuesta por un turismo sostenible que atraiga a unos inversores, empresarios o viajeros que sean realmente responsables.

Ojalá el fuego que da energía a este territorio no se apague y pueda forjar nuevos anclajes que hagan resplandecer de nuevo un territorio que merece jugar en la primera división.

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