Convertir las contradicciones gastronómicas en oportunidades de futuro

«La utopía está en el horizonte. Yo sé muy bien que nunca lo conseguiré, que si yo camino diez pasos hacia ella, se alejará diez pasos, y cuanto más la busque menos la encontraré: se va alejando a medida que yo me acerco. ¿Para qué sirve la utopía? Pues la utopía sirve para eso, para andar, para seguir avanzando»

 – Eduardo Galeano-

Este año, Cataluña celebra el reconocimiento como Región Mundial de la Gastronomía, una distinción que no solo pone en valor nuestra rica tradición culinaria, sino que también nos invita a hacer una reflexión profunda: ¿cómo superar las contradicciones que marcan nuestra relación con la comida y el territorio?

Ayer, durante el acto de inauguración celebrado en Barcelona, ​​el cocinero Ferran Adrià recordó que Catalunya lideró una auténtica revolución culinaria mundial hace pocas décadas. Paralelamente, entre conversaciones informales, se evocó el Siente Soví (1324), un recetario que en su época también fue revolucionario. Estas referencias nos demuestran que nuestra cocina cuenta con raíces sólidas y hondas, con un espíritu transformador que perdura en el tiempo. Pero, al mismo tiempo, es una cocina que a menudo debe lidiar con contradicciones que emergen en nuestra forma de vivir y entender la alimentación.

Este reconocimiento no es solo un premio al pasado, sino un estímulo para afrontar los retos del futuro con responsabilidad.

Un país que no cocina, no se cuida

Como dice María Nicolau, «cocinar es un acto revolucionario». Recuperar el hábito de cocinar en casa es mucho más que un gesto doméstico: es una declaración de independencia frente a los ritmos frenéticos de la vida moderna y una herramienta para proteger la salud individual y colectiva. Cataluña, como otros muchos territorios, está dejando de cocinar, y esto tiene consecuencias profundas en nuestra salud, nuestras relaciones sociales y la sostenibilidad de nuestro sistema alimentario.

Toni Massanés recuerda que una dieta basada en alimentos de proximidad no solo es saludable, sino que también refuerza el tejido social y económico. «Un mercado municipal que vende productos frescos en una sociedad que no los consume es el claro síntoma de una desconexión». Esta contradicción entre nuestra oferta alimentaria y los hábitos de consumo refleja problemas profundos que deben abordarse desde la raíz.

La gastronomía como eje transformador

La Región Mundial de la Gastronomía es una oportunidad única para redefinir nuestra relación con la comida. Debemos aspirar además que atraer a turistas: debemos regenerar el territorio y educarnos a nosotros mismos como consumidores conscientes. de esta transformación:

  1. Cocinar para transformar
    Fomentar la cocina casera como acto de bienestar, sostenibilidad y conexión cultural. Recuperar nuestras recetas tradicionales es también un camino para preservar nuestra identidad y transmitirla a generaciones futuras. Recuperar las buenas costumbres de la dieta mediterránea puede ser lo más saludable que podamos plantearnos como sociedad.
  2. Un turismo regenerativo
    Atraer a visitantes que valoren la autenticidad y que quieran participar activamente en la preservación de nuestro patrimonio culinario. La gastronomía no solo debe ser un reclamo turístico, sino una herramienta para empoderar a nuestros productores y proteger nuestro paisaje.
  3. Un mercado vivo y consciente
    Espacios como La Boqueria deben convertirse en motores de educación y cambio, combinando la venta de productos frescos con actividades educativas y culturales que nos conecten con los valores de la Dieta Mediterránea.
  4. Educar para el futuro
    Introducir programas escolares que enseñen a cocinar, consumir de forma responsable y valorar el producto local. Educar en la cocina es educar en salud, sostenibilidad y autonomía.

Revolucionar el sistema, empezar por nosotros

La gastronomía catalana tiene todos los ingredientes para liderar este cambio: paisajes únicos, productos autóctonos y una rica y diversa tradición culinaria. Pero solo lo conseguiremos si la ciudadanía se convierte en protagonista de esa revolución. Cocinar no es solo un acto íntimo; es una forma de participar activamente en la construcción de un sistema alimenticio más justo y equilibrado.

Este año no es solo una celebración: es un llamamiento a la acción. Como decía María Nicolau, «cocinar es volver a conectar con la vida». Cataluña puede ser el faro que ilumine un nuevo camino para otras regiones, demostrando que la gastronomía no solo alimenta estómagos, sino que regenera territorios y refuerza a las comunidades.

Un llamamiento a la colaboración

Este año, Cataluña tiene la oportunidad de demostrar que la gastronomía no solo alimenta estómagos, sino que también puede regenerar territorios, conectar culturas e inspirar a toda una sociedad. Pero para ello necesitamos la implicación de todos: instituciones públicas y privadas, colectivos gastronómicos, productores locales y, sobre todo, la ciudadanía.

Como decía Marta Domènech: «El turismo no lo es todo, pero todo es turismo.» Es hora de hacer del turismo gastronómico una herramienta de transformación, donde cada bocado sea una declaración de orgullo y sostenibilidad.

Aprovechar el reconocimiento internacional de esta iniciativa debería ser un motor para impulsar una competitividad positiva e inspiradora, la que fomenta la cooperación y fortalece una cadena de valor capaz de hacernos verdaderamente únicos e inconfundibles. Los premios, los reconocimientos son como las utopías, son ideales que nos ayudan a avanzar.

Un futuro que se cocina a fuego lento

Con la implicación de todos los actores –productores, cocineros, instituciones y ciudadanos–, Cataluña tiene la oportunidad de hacer que este reconocimiento mundial no sea un fin en sí mismo, sino el inicio de una nueva etapa. Hagamos que en 2025 sea recordado como el año en que empezamos a cocinar nuestro futuro.

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TEXT IN ENGLISH

Catalonia 2025: Turning Gastronomic Contradictions into Opportunities for the Future

«Utopia is on the horizon. I know very well that I will never achieve it, that if I walk ten steps toward it, it will move ten steps away, and the more I look for it, the less I will find it: it moves away as I get closer. What is utopia for? Well, that’s what utopia is for—to move forward, to keep advancing.»
Eduardo Galeano

This year, Catalonia celebrates its recognition as a World Gastronomy Region, an accolade that not only highlights the region’s rich culinary tradition but also compels us to reflect deeply: how can we overcome the contradictions shaping our relationship with food and territory?

During yesterday’s opening ceremony in Barcelona, chef Ferran Adrià reminded us that Catalonia led a global culinary revolution just a few decades ago. Meanwhile, in informal conversations, the Llibre de Sent Soví (1324), a revolutionary medieval cookbook, was evoked as a testament to the region’s enduring transformative spirit. These references underscore the strength and depth of Catalonia’s gastronomic roots while also reminding us of the contradictions we face in modern living and food consumption.

This recognition is not merely a nod to the past; it is a challenge to face the future with responsibility and vision.


A Country That Doesn’t Cook Doesn’t Care for Itself

As Maria Nicolau aptly states, «Cooking is a revolutionary act.» Reclaiming the habit of home cooking is far more than a simple domestic gesture—it is a declaration of independence from the frenzied rhythms of modern life and a powerful tool to safeguard individual and collective well-being.

Catalonia, like many other regions, is witnessing a decline in home cooking, with profound consequences for public health, social cohesion, and the sustainability of our food systems. As Toni Massanés observes, a diet centered on local, fresh produce not only promotes good health but also strengthens the social and economic fabric:
«A municipal market that sells fresh products in a society that no longer consumes them is a clear symptom of disconnection.»

This dissonance between the abundance of quality ingredients and shifting consumption habits reflects deep-rooted issues that demand systemic solutions.


Gastronomy as a Catalyst for Transformation

Catalonia’s recognition as a World Gastronomy Region is a unique opportunity to redefine how we approach food, consumption, and sustainability. It calls for a shared commitment across multiple domains:

1. Cook to Transform

Promoting home cooking is an act of well-being, sustainability, and cultural connection. Rediscovering traditional recipes preserves identity and strengthens ties between generations. Reinstating the values of the Mediterranean diet could be the healthiest choice for society as a whole.

2. Foster Regenerative Tourism

Attract visitors who value authenticity and seek active participation in preserving culinary heritage. Gastronomy must transcend being a mere tourist attraction; it should become a platform to empower producers and protect the natural landscape.

3. Reinvigorate Markets as Hubs of Learning

Iconic spaces such as La Boqueria should evolve into engines of education and cultural exchange, coupling the sale of fresh produce with initiatives that promote the values of the Mediterranean diet.

4. Educate for the Future

Introduce school programs that teach children how to cook, consume responsibly, and appreciate local products. Educating in the kitchen fosters health, sustainability, and self-reliance.


Catalan Gastronomy: Leading by Example

With its diverse culinary tradition, unique landscapes, and wealth of native products, Catalonia possesses all the ingredients needed to spearhead a global transformation. However, this vision can only succeed if citizens, institutions, and businesses play a proactive role. Cooking is not merely an intimate act; it is a powerful means of participating in the construction of a fairer, more sustainable food system.

As Maria Nicolau says, «Cooking is reconnecting with life.» Catalonia has the potential to become a beacon, demonstrating that gastronomy can go beyond satisfying appetites to regenerate territories and strengthen communities.


A Call to Action

Catalonia’s journey as a World Gastronomy Region is more than a celebration; it is a rallying cry for collective action. Whether you are an institution, a chef, a farmer, a winemaker, or simply a lover of food, your involvement is crucial to turning this recognition into lasting change.

As Marta Domènech aptly put it: «Tourism is not everything, but everything is tourism.» This moment is an opportunity to position gastronomic tourism as a transformative force, where every meal becomes a declaration of pride and sustainability.

Let us use this international recognition as a catalyst for inspiring, positive competitiveness—one that fosters collaboration and strengthens a value chain capable of making Catalonia truly unique and unforgettable.


A Future That Cooks Slowly

With the involvement of producers, chefs, institutions, and citizens, Catalonia can ensure that this global accolade is not the conclusion of its story but the beginning of a bold, new chapter.

Let’s make 2025 the year remembered as the moment Catalonia began cooking its future—one thoughtful step at a time.

EN FRANCAIS

Catalogne 2025 : Transformer les contradictions gastronomiques en opportunités pour l’avenir

« L’utopie est à l’horizon. Je sais bien que je n’y parviendrai jamais, que si je fais dix pas vers elle, elle s’éloignera de dix pas, et plus je la cherche, moins je la trouverai : elle s’éloigne à mesure que je m’approche. À quoi sert l’utopie ? Eh bien, c’est à cela que sert l’utopie, avancer, continuer à avancer. »
Eduardo Galeano

En 2025, la Catalogne célèbre sa reconnaissance en tant que Région Gastronomique Mondiale. Cette distinction ne se limite pas à mettre en lumière notre riche tradition culinaire : elle invite à une réflexion profonde sur comment surmonter les contradictions qui marquent notre rapport à la nourriture et au territoire.

Un héritage culinaire riche et des contradictions à résoudre

Lors de la cérémonie d’ouverture à Barcelone, le chef Ferran Adrià a rappelé que, il y a quelques décennies, la Catalogne avait orchestré une véritable révolution culinaire mondiale. Parallèlement, le «Sent Soví» (1324), un ouvrage culinaire révolutionnaire pour son époque, a été évoqué dans les conversations informelles. Ces références témoignent d’un patrimoine gastronomique solide, empreint d’un esprit transformateur. Cependant, ce patrimoine est confronté à des contradictions profondes liées à nos modes de vie et à notre compréhension de l’alimentation.

Cette reconnaissance mondiale n’est pas seulement un hommage à notre passé, mais un appel à aborder les défis de demain avec responsabilité.

Un pays qui ne cuisine plus, se déconnecte de lui-même

Maria Nicolau nous le rappelle : « Cuisiner est un acte révolutionnaire. » Retrouver l’habitude de cuisiner à la maison va bien au-delà d’un simple geste domestique. C’est une déclaration d’indépendance face au rythme effréné de la vie moderne et un outil puissant pour préserver notre santé, nos liens sociaux et la durabilité de notre système alimentaire.

Cependant, comme beaucoup d’autres régions, la Catalogne cuisine de moins en moins, ce qui entraîne des conséquences profondes. Toni Massanés souligne qu’une alimentation basée sur des produits locaux ne profite pas seulement à notre santé : elle renforce également le tissu social et économique. Pourtant, « un marché municipal rempli de produits frais dans une société qui ne les consomme pas est le symptôme évident d’une déconnexion. » Ce paradoxe met en lumière la nécessité d’une transformation systémique.

Gastronomie : un moteur de transformation

La reconnaissance en tant que Région Gastronomique Mondiale offre une opportunité unique de redéfinir notre rapport à la nourriture. Les axes clés pour cette transformation incluent :

  1. Cuisiner pour transformer
    Promouvoir la cuisine maison comme un acte de bien-être, de durabilité et de transmission culturelle. La préservation des recettes traditionnelles catalanes devient un moyen de protéger notre identité et de la transmettre aux générations futures. Retrouver les habitudes du régime méditerranéen est une priorité sociétale.
  2. Un tourisme régénérateur
    Attirer des visiteurs qui valorisent l’authenticité et souhaitent contribuer activement à la préservation du patrimoine culinaire. La gastronomie ne doit pas seulement être une attraction touristique, mais également un levier pour renforcer les producteurs locaux et protéger nos paysages.
  3. Des marchés vivants et éducatifs
    Des lieux comme La Boqueria doivent devenir des espaces d’éducation et de changement. En alliant la vente de produits frais à des activités culturelles et pédagogiques, ils peuvent reconnecter les citoyens aux valeurs du régime méditerranéen.
  4. Éduquer pour demain
    Introduire dans les écoles des programmes axés sur la cuisine, la consommation responsable et la valorisation des produits locaux. Éduquer à travers la gastronomie, c’est former des citoyens en bonne santé, autonomes et respectueux de leur environnement.
  5. Un système révolutionné, une responsabilité partagée
    Avec ses paysages uniques, ses produits autochtones et son patrimoine culinaire riche, la Catalogne possède les ingrédients pour mener cette révolution. Mais pour réussir, chaque citoyen doit jouer un rôle actif. Cuisiner n’est pas qu’un acte intime : c’est un moyen de construire un système alimentaire plus juste et équitable.

Une invitation à collaborer

Comme l’a affirmé Marta Domènech : « Le tourisme n’est pas tout, mais tout est tourisme. » Ce moment historique est une opportunité pour démontrer que la gastronomie peut nourrir bien plus que les estomacs : elle peut régénérer les territoires, relier les cultures et inspirer toute une société.

Cette reconnaissance doit servir de catalyseur pour promouvoir une compétitivité saine et inspirante. Elle doit renforcer une chaîne de valeur qui rende la Catalogne véritablement unique sur la scène mondiale. Les récompenses et distinctions, comme les utopies, ne sont pas des fins en soi : elles nous poussent à aller de l’avant.

Un avenir qui mijote à feu doux

Avec la mobilisation des producteurs, chefs, institutions et citoyens, 2025 pourrait marquer le début d’une nouvelle ère. Une époque où la gastronomie catalane ne sera pas seulement célébrée pour son passé, mais également pour sa capacité à façonner l’avenir.

Ensemble, faisons de 2025 l’année où nous avons commencé à cuisiner un avenir durable et prospère pour la Catalogne.

EN ITALIANO

Catalogna 2025: Convertire le contraddizioni gastronomiche in opportunità per il futuro

«L’utopia è all’orizzonte. So benissimo che non lo raggiungerò mai, che se faccio dieci passi verso di esso, lui si allontanerà di dieci passi, e più lo cerco meno lo troverò: si allontana man mano che mi avvicino. A cosa serve l’utopia? Ecco a cosa serve l’utopia: andare avanti, continuare ad andare avanti.»

 -Eduardo Galeano-

Quest’anno la Catalogna celebra il riconoscimento come Regione Gastronomica Mondiale, una distinzione che non solo mette in risalto la nostra ricca tradizione culinaria, ma ci invita anche a una riflessione profonda: come superare le contraddizioni che segnano il nostro rapporto con il cibo e il territorio?

Ieri, durante la cerimonia di apertura tenutasi a Barcellona, ​​lo chef Ferran Adrià ha ricordato che la Catalogna ha portato avanti, qualche decennio fa, un’autentica rivoluzione culinaria globale. Allo stesso tempo, tra le conversazioni informali, il Senti Soví (1324), un ricettario anch’esso rivoluzionario per i suoi tempi. Questi riferimenti ci dimostrano che la nostra cucina ha radici solide e profonde, con uno spirito trasformativo che dura nel tempo. Ma, allo stesso tempo, è una cucina che spesso deve fare i conti con le contraddizioni che emergono nel nostro modo di vivere e intendere il cibo.

Questo riconoscimento non è solo una ricompensa per il passato, ma anche un incoraggiamento ad affrontare con responsabilità le sfide del futuro.

Un Paese che non cucina, non si cura

Come dice Maria Nicolau, «Cucinare è un atto rivoluzionario». Recuperare l’abitudine di cucinare in casa è molto più di un gesto domestico: è una dichiarazione di indipendenza dai ritmi frenetici della vita moderna e uno strumento per tutelare la salute individuale e collettiva. La Catalogna, come molti altri territori, sta smettendo di cucinare, e questo ha profonde conseguenze sulla nostra salute, sulle nostre relazioni sociali e sulla sostenibilità del nostro sistema alimentare.

Toni Massanés ci ricorda che una dieta basata sui cibi locali non solo è salutare, ma rafforza anche il tessuto sociale ed economico. «Un mercato comunale che vende prodotti freschi in una società che non li consuma è il chiaro sintomo di una disconnessione». Questa contraddizione tra la nostra offerta alimentare e le nostre abitudini di consumo riflette problemi profondi che devono essere affrontati alla radice.

La gastronomia come asse di trasformazione

La World Gastronomy Region è un’opportunità unica per ridefinire il nostro rapporto con il cibo. Dobbiamo aspirare anche ad attrarre turisti: dobbiamo rigenerare il territorio ed educarci come consumatori consapevoli. di questa trasformazione:

  1. Cucinare per trasformare
    Promuovere la cucina casalinga come atto di benessere, sostenibilità e connessione culturale. Recuperare le nostre ricette tradizionali è anche un modo per preservare la nostra identità e trasmetterla alle generazioni future. Recuperare le buone abitudini della dieta mediterranea può essere la cosa più sana che possiamo considerare come società.
  2. Un turismo rigenerativo
    Attira visitatori che apprezzano l’autenticità e che vogliono partecipare attivamente alla conservazione del nostro patrimonio culinario. La gastronomia non dovrebbe essere solo un’attrazione turistica, ma uno strumento per responsabilizzare i nostri produttori e proteggere il nostro paesaggio.
  3. Un mercato vivace e consapevole
    Spazi come La Boqueria devono diventare motori di educazione e cambiamento, combinando la vendita di prodotti freschi con attività educative e culturali che ci colleghino ai valori della Dieta Mediterranea.
  4. Educare al futuro
    Introdurre programmi scolastici che insegnino a cucinare, consumare in modo responsabile e valorizzare i prodotti locali. Educare in cucina è educare alla salute, alla sostenibilità e all’autonomia.

Rivoluziona il sistema, inizia da noi

La gastronomia catalana ha tutti gli ingredienti per guidare questo cambiamento: paesaggi unici, prodotti autoctoni e una tradizione culinaria ricca e diversificata. Ma lo raggiungeremo solo se i cittadini diventeranno protagonisti di quella rivoluzione. Cucinare non è solo un atto intimo; È un modo per partecipare attivamente alla costruzione di un sistema alimentare più giusto ed equilibrato.

Quest’anno non è solo una celebrazione: è un invito all’azione. Come ha detto Maria Nicolau, «Cucinare è riconnettersi con la vita». La Catalogna può essere il faro che illumina un nuovo cammino per altre regioni, dimostrando che la gastronomia non solo nutre gli stomaci, ma rigenera anche i territori e rafforza le comunità.

Un appello alla collaborazione

Quest’anno, la Catalogna ha l’opportunità di dimostrare che la gastronomia non solo nutre lo stomaco, ma può anche rigenerare territori, connettere culture e ispirare un’intera società. Ma per questo occorre il coinvolgimento di tutti: istituzioni pubbliche e private, gruppi gastronomici, produttori locali e, soprattutto, cittadini.

Come ha detto Marta Domènech: «Il turismo non è tutto, ma tutto è turismo.» È tempo di fare del turismo gastronomico uno strumento di trasformazione, dove ogni boccone sia una dichiarazione di orgoglio e sostenibilità.

Approfittare del riconoscimento internazionale di questa iniziativa dovrebbe essere una forza trainante per promuovere una competitività positiva e stimolante, che incoraggi la cooperazione e rafforzi una catena del valore capace di renderci veramente unici e inconfondibili. Premi e riconoscimenti sono come utopie, sono ideali che ci aiutano ad andare avanti.

Un futuro che ribolle

Con il coinvolgimento di tutti gli attori – produttori, chef, istituzioni e cittadini – la Catalogna ha l’opportunità di fare in modo che questo riconoscimento globale non sia fine a se stesso, ma l’inizio di una nuova tappa. Facciamo in modo che il 2025 venga ricordato come l’anno in cui abbiamo iniziato a cucinare il nostro futuro.

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